Mirando pasar una bicicleta, en un pueblo de montaña pensé que asombroso que este artefacto pueda llevar sin caerse, a una persona que en este caso parecía bastante robusta. Lo asombroso es que si no supiéramos que no hace falta nada que sostenga a la misma, pensaríamos que es imposible que alguien conduzca ese vehículo de dos ruedas sin caerse.
La bicicleta es un vehículo de transporte personal, de propulsión humana. Es impulsada por el propio viajero, que acciona el vehículo con el esfuerzo muscular de las piernas en particular mediante pedales o manivelas.
Sin embargo “bicicletear” es también un instrumento de calificación en diferentes ámbitos.
“Esa mina o tipo te bicicletea” (según el caso) dicen en el barrio cuando una persona es engañada o distraída intencionalmente por alguien. También hablamos de “bicicleta financiera” cuando nos referimos a ciertos manejos que algunos sectores económicos hacen a fin de sortear controles y ganar mucho dinero en poco tiempo.
Dicho esto, se me ocurre que al igual que el vehículo cuando alguien/algunos son bicicleteados se debe intentar mantener el equilibrio y que esa bicicleta no afecte nuestro bien estar psíquico. Alguien podría decir que es muy difícil sustentar el equilibrio psíquico en tales circunstancias. Sin embargo vale la pena intentarlo.
Como en otros ámbitos de la vida “el/los bicicleteado/os” podrían contraatacar poniendo en ridículo al “bicicleador/bicicleteador” o más aún implementar una estrategia que haga sentir a ese mismo como un ser despreciable y detestable.
Señor/a lector/a sabemos que en la vida hay muchos “bicicleteadores” pero también hay muchas “bicicletas” (metáfora) que nos permiten encontrar un bien estar que por lo menos por instantes nos hacen sentir que la vida vale la pena vivirla con toda intensidad.