José Rshaid – Psicologo

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José Rshaid

Lic. en Psicología

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José Rshaid

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Que es wabi-sabi, la manera japonesa de ver el mundo y entender la imperfección de la belleza

¿Qué es wabi-sabi, la particular manera japonesa de ver el mundo y de entender la imperfección como belleza? Lily Crossley-Baxter BBC Travel Mientras de mala gana retiraba mis manos de la taza que giraba lentamente, vi sus lados irregulares y quise enderezarlos un poco. Estaba en Hagi, una antigua ciudad alfarera en un área rural de Yamaguchi, Japón. Confié en el alfarero, quien me dijo que dejara la taza así, pero no puedo decir que comprendiera sus motivos. “Tiene wabi-sabi”, dijo el alfarero sonriendo, mientras llevaba la taza de barro al horno. Yo me senté sin dejar de fijarme en la falta de simetría de la taza y preguntándome a qué se refería el alfarero con “wabi-sabi”. Resulta que es frecuente fallar en el intento de comprender esta expresión. Wabi-sabi es una parte fundamental de la estética Japonesa, que son los antiguos ideales que aún rigen las normas del buen gusto y la belleza en ese país. El término wabi-sabi no solo es intraducible, sino que es considerado indefinible en la cultura japonesa. A menudo se murmura wabi-sabi en momentos de profunda contemplación y casi siempre se complementa con la palabra “¡muri!” (¡imposible!) si alguien pide que explique a qué se refiere. Así, la frase ofrece una particular forma del ver el mundo. Wabi-sabi es un término que se originó en el taoísmo durante la dinastía Song en China (960 -1279) y luego se transmitió al budismo zen. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY La naturaleza tiene su propia fuerza creativa. Inicialmente se vio como una forma de apreciación austera y restringida. Hoy, el término encapsula una aceptación más relajada de lo transitorio, la naturaleza y la melancolía, que da cabida a lo imperfecto y lo incompleto en todo, desde la arquitectura hasta la cerámica y los arreglos florales. Wabi, que en términos generales significa “la elegante belleza de la humilde simplicidad”, y sabi, que significa “el paso del tiempo y el subsiguiente deterioro“, se combinaron para formar un sentido único de Japón y fundamental para la cultura japonesa. Pero así como los monjes budistas creían que las palabras eran el enemigo de la comprensión, esta descripción solo alcanza para entender la superficie del tema. Tanehisa Otabe, profesor del Instituto de Estética de la Universidad de Tokio, sugiere que el antiguo arte de wabi-cha, un estilo de ceremonia del té establecido por los maestros del té Murata Juko y Sen no Rikyu de finales del siglo XV, es una buena introducción al wabi-sabi. Al elegir la cerámica japonesa común, en vez de los famosos (y técnicamente perfectos) ejemplares importados de China, estos hombres desafiaron las reglas de la belleza. Sin colores brillantes ni diseños ornamentales en los que basarse para seguir los cánones de belleza, a los invitados se les alentaba a estudiar los colores y texturas sutiles que antes habían pasado desapercibidas. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY Wabi-sabi es un concepto que celebra los estragos del tiempo. En cuanto a por qué prefirieron piezas imperfectas y rústicas, el profesor Otabe explica que “wabi-sabi deja algo sin terminar o incompleto para el juego de la imaginación”. Apreciar algo considerado como wabi-sabi logra tres cosas: una conciencia de las fuerzas naturales involucradas en la creación de la pieza; una aceptación del poder de la naturaleza y un abandono del dualismo: la creencia de que estamos separados de nuestro entorno. Combinadas, estas experiencias permiten que el espectador se vea a sí mismo como parte del mundo natural, que ya no está separado por construcciones sociales y, en cambio, está a merced del natural paso del tiempo. En lugar de ver las abolladuras o las formas desiguales como errores, éstas se ven como una creación de la naturaleza, como el musgo que crece en una pared o un árbol que se curva con el viento. “La estética de wabi-sabi nos abrió los ojos a la vida cotidiana y nos brindó un método para apropiarnos de lo que es común de una manera poco común y estética”, dice el profesor Otabe, destacando la importancia de la aceptación en la cultura japonesa, una sociedad obligada a enfrentar devastadores desastres naturales. En lugar de ver a la naturaleza únicamente como una fuerza peligrosa y destructiva, wabi-sabi ayuda a enmarcarla como una fuente de belleza, que se puede apreciar en los niveles más pequeños. Se convierte en una proveedora de colores, diseños y patrones, una fuente de inspiración y una fuerza aliada, en vez de enemiga. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY Wabi-sabi está presente en los pequeños detalles de la cultura japonesa. Sin embargo, es la inevitable mortalidad que enmarca la naturaleza la clave para una verdadera comprensión de wabi-sabi. Como el autor Andrew Juniper señala en su libro ‘Wabi Sabi: el arte japonés de la impermanencia‘…utiliza el toque de la mortalidad sin concesiones para enfocar la mente en la exquisita belleza transitoria que se encuentra en todas las cosas impermanentes“. Por sí solos, los patrones naturales son simplemente bonitos, pero al comprender su contexto como elementos transitorios que resaltan nuestra conciencia de la impermanencia y la muerte, se vuelven profundos. Esta idea me hizo recordar una historia que me contó una colega japonesa mientras hablábamos sobre wabi-sabi. Al visitar Kioto cuando era adolescente, se había apresurado a recorrer los terrenos de Ginkakuji, un templo zen de madera con jardines tranquilos, ansiosa por ver el famoso Kinkakuji, un templo adornado con hojas de oro y posado sobre un estanque que producía reflejos. El templo brillante, impresionante y glamoroso, estuvo a la altura de sus expectativas. Unas décadas más tarde regresó para volver a apreciar el oro reluciente, y, si bien era ciertamente llamativo, no ofrecía mucho más que la gratificación inmediata que produce ver hojas de oro. Sin embargo, esta vez Ginkakuji ofrecía una nueva fascinación: la madera envejecida tenía innumerables tonos y diseños, mientras que el musgo y los jardines de arena seca ofrecían un marco para las muchas formas de la naturaleza. Cuando era niña era incapaz de apreciar estas cosas, pero ahora que había crecido, podía contemplar los estragos del tiempo como una fuente más profunda de belleza, mucho mayor que un destello de oro. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY Wabi-sabi elimina la dualidad entre la obra y su creador. Intrigada por el elemento personal de esta apreciación,

La poderosa terapia de los bares, bodegones, y restaurants de Buenos Aires.

La poderosa terapia de los bares, bodegones, y restaurants de Buenos Aires El término terapia está muy de moda y se usa para hablar de diversas formas de contención anímica, por conceptualizar esto de manera simple. Implica entonces algo que alivia, que acompaña, que ayuda a vivir en este mundo a veces implacable y agresivo sobre todo para algunas personas que padecen “el síndrome de la genuinidad” (ya en otros artículos profundizaremos en este tema) En esta búsqueda de alivio aparecen (aparecemos) muchos y diferentes actores, psicólogos, psiquiatras, pastillas mágicas, terapias holísticas y otras yerbas similares. Pero también están a nuestro alcance bares, bodegones, y restaurants de Buenos Aires. Voy entonces, señor lector, a intentar explicar este fenómeno, que en primera instancia parece extraño. Voy a empezar por recuerdos que muchos tenemos… “Josesito la lecheee” … Cuantos recuerdan con cariño ese llamado tan esperado, aunque a veces nos cortara el partidito de futbol en la esquina. También el almuerzo cuando llegábamos con hambre de la escuela … “a comeeeeer”. Entiendo que estos simples ejemplos sirvieron para entender porque a veces estos espacios gastronómicos nos recuerdan aquellos más subjetivos y personales. Sin embargo, también ciertas circunstancias posteriores de la vida como separaciones de pareja, etcétera, nos terminan acercando a esos lugares donde algún mozo nos dice “Hola… ¿cómo está?”. Esto tan simple sirve muchas veces para ahuyentar la soledad que ciertas separaciones afectivas nos causan. Creo entonces, que estos lugares tienen algo familiar entrañable, en nuestros recuerdos y que nos sirven para una especie de “terapia de confrontación” que alivia algunos de los tantos pesares que nos agobian hoy en la vida. Digo esto último no como una afirmación fatalista o depresiva sino como algo a tener en cuenta en nuestro estado de ánimo. Como una variante muchas veces a muchas personas no les gusta ser observados “estando solos” como si en esa postura mostráramos más nuestra tristeza. A estos últimos puedo decirle, que la tristeza no se ve sino se siente y cuando una compañía alivia (aunque más no sea gastronómica) hay que intentar ponerla en práctica.   De acuerdo a todo lo dicho inauguro entonces una nueva terapia de contención, la terapia de bares, bodegones y restaurants, ¿o a usted así no le parece señor/a lector/a?

Comunidad Terapéutica, el retorno de“LO REPRIMIDO”

Comunidad Terapéutica, el retorno de “LO REPRIMIDO” Allá hace unos cuantos años en la Argentina se produjo una contra – revolución que se auto bautizó como “la revolución libertadora”. La misma que había asesinado a decenas de personas en La Plaza de Mayo y otras atrocidades similares. Fue en esa época que se prohibió al peronismo. Se prohibió el peronismo, como si por decreto o ley se pudiera detener la noche o el amor por decir algunas sencilleces. Por muchos años no se podía pronunciar el término “PERÓN NI EVITA” y ojo si alguien quería cantar la marcha “los muchachos peronistas…” Pero el tiempo pasó y no sólo volvió Perón sino que el peronismo fue gobierno. En otro orden de cosas el gran maestro austriaco (Freud) nos enseña “los elementos reprimidos, no solo no son aniquilados, sino que tienden incesantemente a reaparecer en la conciencia, por caminos maso menos desviados…” Sin entrar en la biblioteca psicoanalítica, el gran maestro vienes nos dice, ojo muchachos lo que no es elaborado, vuelve  inexorablemente. Vamos ahora entonces a lo que se refiere el título de esta pequeña opinión. Las comunidades terapéuticas han desarrollado a través de muchos años una labor que es innegable (con estadísticas inclusive) en pos de la rehabilitación, recuperación, cura, etc, etc, (ponga usted señor lector el término que prefiere) de sujetos con el consumo problemático de sustancias. Por supuesto, en estos más de cuarenta años de fecundo trabajo en el país, ha habido diversas experiencias en el campo de las comunidades terapéuticas, algunas serias y responsables y otras todo lo contrario, pero me pregunto en ese sentido ¿no tuvimos y tenemos médicos que han hecho atrocidades con pacientes, ingenieros que han producido el derrumbe de construcciones o “carpinteros que se han pegado en el dedo y no en el clavo”? Sin embargo en cuanto a las comunidades terapéuticas se observó solo los malos ejemplos y no el trabajo incesante, genuino y silencioso de muchos trabajadores de la salud mental que se desempeñan y se desempeñan en su seno. Hoy las comunidades terapéuticas no pueden valerse de su historia, de sus saberes, otros nos enseñan a “adecuarnos”. Sin negar que todo debe adecuarse en la vida a los nuevos tiempos, me sigo preguntando  ¿Será la historia la que revindique a las comunidades terapéuticas en su justo valor ya modo psicoanalítico se dará otra vez en la Argentina “el retorno de lo reprimido”?

De lo inútil

De lo inútil Hace algunos años realicé una exposición de arte en la Ciudad de Buenos Aires y ahí expuse además de pinturas lo que yo llamé “objetos inútiles”.  Eran estos objetos conformados por elementos reciclados, lo que no “servía para nada”. Este no servir hacia referencia a lo que no tiene utilidad como se concibe a esto en la actual economía mundial. Es decir lo que los contadores llaman utilidad, en un balance comercial, como ejemplo tangible de lo dicho, no se contempla en estos “objetos inútiles”. A partir de allí pude reflexionar sobre ese concepto sobre el cual se basa todo el sistema capitalista, utilidad y su contra concepto la inutilidad. Entre estos últimos podemos incluir el amor, la lealtad, los sueños, las utopías, etc. y tal vez muchos otros conceptos que no dejarían ganancias monetarias y que no sirven para ser utilizados como cualquier tipo de compensación material. Desde allí seguí contemplando estos objetos inútiles como lo mas importante de la vida y es mi intención valorar y poner todo el énfasis en ellos. Insistiendo que el soñar, amar, utopiar son lo esencial para poder arribar aunque mas no sea en pequeños momentos a lo que llamamos felicidad.De todas maneras supongo que para esta valoración se necesita algo así como cierta docencia de apertura mental hacia lo inútil, es decir poder observar en toda su dimensión lo que no deja ganancia monetaria, lo que solo alegra el alma, “las tripas” dirían mi madre, lo que acalora por la sola acción del pensamiento.

La bicicleta

La bicicleta Mirando pasar una bicicleta, en un pueblo de montaña pensé que asombroso que este artefacto pueda llevar sin caerse, a una persona que en este caso parecía bastante robusta. Lo asombroso es que si no supiéramos que no hace falta nada que sostenga a la misma, pensaríamos que es imposible que alguien conduzca ese vehículo de dos ruedas sin caerse. La bicicleta es un vehículo de transporte personal, de propulsión humana. Es impulsada por el propio viajero, que acciona el vehículo con el esfuerzo muscular de las piernas en particular mediante pedales o manivelas.  Sin embargo “bicicletear” es también un instrumento de calificación en diferentes ámbitos. “Esa mina o tipo te bicicletea” (según el caso) dicen en el barrio cuando una persona es engañada o distraída intencionalmente por alguien. También hablamos de “bicicleta financiera” cuando nos referimos a ciertos manejos que algunos sectores económicos hacen a fin de sortear controles y ganar mucho dinero en poco tiempo. Dicho esto, se me ocurre que al igual que el vehículo cuando alguien/algunos son bicicleteados se debe intentar mantener el equilibrio y que esa bicicleta no afecte nuestro bien estar psíquico. Alguien podría decir que es muy difícil sustentar el equilibrio psíquico en tales circunstancias. Sin embargo vale la pena intentarlo. Como en otros ámbitos de la vida “el/los bicicleteado/os” podrían contraatacar poniendo en ridículo al “bicicleador/bicicleteador” o más aún implementar una estrategia que haga sentir a ese mismo como un ser despreciable y detestable. Señor/a lector/a sabemos que en la vida hay muchos “bicicleteadores” pero también hay muchas “bicicletas” (metáfora) que nos permiten encontrar un bien estar que por lo menos por instantes nos hacen sentir que la vida vale la pena vivirla con toda intensidad.

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