José Rshaid – Psicologo

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José Rshaid

Lic. en Psicología

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José Rshaid

Lic. en Psicología

Solo un cuento, cuasi infantil

Solo un cuento, cuasi infantil En un pequeñísimo y lejanísimo país que estaba cerca de otro muy grande y poderoso, se celebraban las elecciones para elegir un nuevo presidente. Ese poderoso país (el grande) tenía una gran economía que hacía que el pequeño apenas sobreviviera, pero los ciudadanos se quejaban y no les importaba esa circunstancia. Resulta entonces, que en esas elecciones ganó el candidato que decía que el estado, ese estado de ese pequeño país no servía, que había que cambiar todo, hasta que las mujeres ya no pudieran hablar en la sobremesa de los domingos. Al cabo de un tiempo, la alegría por el triunfo de ese nuevo presidente, se convirtió en dolor cuando una gran sequía afectó a todos los ciudadanos de ese pequeño país. Ese presidente (el nuevo) sostuvo entonces que cada uno debía arreglársela solo ya que “ese estado bobo” no existía más. Ese día, todos los ciudadanos de ese pequeño país lloraron, lloraron tanto que inundaron ese pequeño país, que finalmente sucumbió y no existió más. Solo un cuento, nada más que un cuento cuasi infantil, cualquier semejanza con la Argentina es pura casualidad.

¿Para qué el arte?

¿Para qué el arte? Para nada podría responder rápidamente. Para nada señor/a lector/a, pero seguramente esto podría dar lugar a una no buscada confusión. El capitalismo nos ha enseñado (a través de largos años de predica) que todo tiene que servir o sea que tiene que ser útil, en cambio el arte nos hace preguntas que vale la pena responder. Preguntas que con su vigor nos podrían hacer cambiar el rumbo de muchas cosas que tal vez funcionan como obstáculos en nuestras vidas. No dudo, sin embargo, que esta afirmación podría ser demasiado presuntuosa. Debo aclarar que de ninguna manera se pretende ser dueño de una verdad absoluta, aunque si creo que el arte no precisa ser útil (en la usanza capitalista) para producir en muchos casos cambios en nuestra conducta cotidiana. Voy entonces a referirme más específicamente al arte en el campo de la salud mental. Desde siempre el hombre intentó plasmar sus pensamientos y sentimientos en algo que diera cuenta de ello. Testimonio de lo afirmado en el anterior párrafo son los dibujos rupestres y tantos otros ejemplos posteriores como por ejemplo el arte en los pacientes psiquiátricos. Vale entonces poder explicar porque en el ámbito de la salud mental, aunque la palabra sigue siendo en ese espacio fundamental, ya que como dije varias veces “la palabra por acción u omisión enferma y tambien la palabra cura”, sin embargo, hay personas que no pueden expresar con facilidad contenidos conscientes o inconscientes que necesitan elaborar. Es en ese sentido es que el arte con su lenguaje no oral nos permite acceder a esos contenidos que de no ser así no llegaríamos a conocer. Será tarea entonces de los profesionales de la salud, instrumentar luego junto con la persona “la elaboración de esos contenidos”. Las diferentes formas de arte (audiovisuales, musicales, teatrales, literarios, etc.) Van a ser, a mi entender, un instrumento eficaz que nos ayude no a responder sino a deconstruir para luego construir nuevamente en esta cadena de preguntas que tendrán respuestas que luego se constituirán otra vez en preguntas en ese camino saludable que es por otro lado el único posible del conocimiento y la ciencia en general. Saludo entonces que el arte no sirva para canonizar sino para abrir puertas o ¿usted no lo piensa así señor/a lector/a?

El amor y el síndrome de la escalera

El amor y el síndrome de la escalera Cierto es que al hablar del amor estamos abarcando un campo demasiado extenso como para precisar a que nos estamos refiriendo exactamente. Me gustaría en este caso hablar solo del amor de pareja. Eso que casi todos (creo) hemos sentido al suponer que hemos encontrado aquello que buscamos y nos sentimos completos o dicho de otra manera el rompecabezas de la vida parece haber encontrado la pieza que faltaba. Todo se acomoda casi por arte de magia, somos otros y eso que llamamos felicidad parece habernos llegado. Dice el psicoanálisis “el amor es la proyección de una imagen que uno siente no poseer y cree encontrarla en el otro. Es decir, nos completamos a través del otro”. Hay otros como el gran poeta Charles Bukovski que dice “el amor es una niebla que se quema con el primer rayo de luz de realidad”. Sea como fuere entiendo que el amor implica una acción, un transcurrir que cuanto menos puede suponerse que es algo riesgoso, en tanto búsqueda de esa completud alcanzada, pero que tambien nos confunde cuando pensamos que puede ser infinita en su permanencia. Voy a introducir ahora un concepto que llamaré “el síndrome de la escalera”. Este síndrome se juega cuando en un camino privilegiado damos pasos casi imperceptibles, casi automáticamente como cuando subimos a una escalera, sin pensar que el paso posterior nos llevará cada vez mas arriba (pienso en este caso en una escalera de una sola hoja). En el amor sucede algo así, vamos escalando en ese transcurrir sin darnos cuenta, confiados en esta completud que supuestamente alcanzamos. Pero existe un momento casi imposible de soslayar que llamare “el instante realazo” (de realidad) donde miramos hacia abajo y nos damos cuenta que estamos subiendo a esa escalera (metáfora de por medio). Es en ese instante donde me parece se juega la permanencia o el corte de esa situación tan especial, que llamamos amor. Esta permanencia del amor o eventual corte implica entonces un renunciamiento, en cualquiera de los casos. Dichosos, podemos afirmar, los que llegaron a ese punto y pueden amar y sentirse amados, aunque ya sabiendo que están en una “escalera” y que el equilibrio para no caerse ya va a ser parte de sus vidas.

La política, meterse o no meterse

La política, meterse o no meterse Se acercan las elecciones nacionales donde elegiremos entre varios candidatos, a nuestro próximo presidente y otras autoridades, que van a regir nuestra vida en varios aspectos durante algunos años. Este último hecho a veces no queda tan claro. Nos convencen que nosotros no tenemos nada que ver con lo que el FMI disponga, que las medidas de los mandatarios (varias) impongan son solo tema de ellos y lo que es peor, nos enseñan “Que nada se puede hacer”. También del tan mentado “yo no ando en política”, “yo no entiendo de política” y el más extremo “yo no quiero saber nada de política y por eso no voto”. Permítanme, señores/as lectores/as decirles algo, si ustedes se encuentran en ese grupo de compatriotas. Nada más lejos de la realidad que esas afirmaciones, si ustedes no quieren saber nada con “la política”, “la política” muy pronto querrá saber de ustedes, de muchas maneras, restringiendo vuestra vida cotidiana, no permitiendo vivir de la mejor manera, etcétera. Del mismo modo “el meterse en política” que no es dar volantes en la calle Corrientes, sino entender sobre los temas que nos ocupan como ciudadanos y obrar en función de nuestras ideas, redundará en beneficios varios Tendremos posibilidad de elegir con conocimiento de causa a quien votar Permitirá castigar a quien ya nos ha mentido, no acompañándolo con nuestro voto Estaremos discurriendo y logrando discernir en temas que nos atañen y al mismo tiempo intercambiar puntos de vista con otros y en función de ello actuar “en defensa propia”. Valga recordar que todos los cambios beneficiosos para la ciudadanía en el mundo se han dado por gente que se “metió en política” y logró vencer escollos que a priori parecían inexpugnables. La vuelta de la democracia, el castigo a personajes nefastos, cierto alivio económico en algunos momentos, etc. En ese orden si bien el maestro Sigmund Freud nos dice con razón que las masas al tachar al individuo producen muchas veces hechos aberrantes, también, y esto lo digo yo, han realizado epopeyas varias que han cambiado para bien el rumbo del mundo. Es entonces señores/as lectores/as que los invito a inmiscuir nuestras narices en la política, aunque mas no sea para emitir un voto en favor nuestro o dicho de otro modo en “defensa propia”.

Ellos se van

Ellos se van En una época, ya hace muchos años, quedarse en el país para luchar por una patria más justa era la premisa. Suena muy lejano ese momento y hoy los jóvenes (muchos de ellos) solo piensan en como hacen para emigrar en busca de un futuro mejor. He ahí, según mi punto de vista, la variante de esta afirmación, ir a buscar un futuro mejor. ¿Quién podría dudar de que económicamente los países del primer mundo (habrá que ver en qué sentido primer mundo) dan mayores posibilidades para conseguir un mejor trabajo o asuntos de índoles similares? ¿Quién dudaría, que en esos países repito, el modo de vida es más “acomodado” que en nuestros países latinoamericanos? Cuando los ideales abandonan nuestro horizonte el capitalismo nos enseña que con más bienes de consumo seremos más “felices”. Ellos, estos países, se han encargado de que su bien estar económico sea a costa del mal estar nuestro. Sin embargo, siempre hay un sin embargo, algunos otros jóvenes privilegian todavía un sábado a la noche con amigos, las historias en común, el partido del domingo a la mañana y “la birra” del tercer tiempo. También el abrazo de “los viejos” cuando las cosas no están del todo bien y a veces ese amor del barrio que conocemos casi desde siempre. Vuelvo entonces señor/a lector/a a esa afirmación “van en búsqueda de un futuro mejor” ¿Será un futuro mejor tener más bienes de consumo y menos amor? cada cual tendrá su respuesta señor/a lector/a. Lic. José Rshaid

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