La psicoterapia podría ser un tratamiento clave para el dolor lumbar
https://www.infobae.com/salud/2025/08/13/la-psicoterapia-podria-ser-un-tratamiento-clave-para-el-dolor-lumbar
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¿Qué es wabi-sabi, la particular manera japonesa de ver el mundo y de entender la imperfección como belleza? Lily Crossley-Baxter BBC Travel Mientras de mala gana retiraba mis manos de la taza que giraba lentamente, vi sus lados irregulares y quise enderezarlos un poco. Estaba en Hagi, una antigua ciudad alfarera en un área rural de Yamaguchi, Japón. Confié en el alfarero, quien me dijo que dejara la taza así, pero no puedo decir que comprendiera sus motivos. “Tiene wabi-sabi”, dijo el alfarero sonriendo, mientras llevaba la taza de barro al horno. Yo me senté sin dejar de fijarme en la falta de simetría de la taza y preguntándome a qué se refería el alfarero con “wabi-sabi”. Resulta que es frecuente fallar en el intento de comprender esta expresión. Wabi-sabi es una parte fundamental de la estética Japonesa, que son los antiguos ideales que aún rigen las normas del buen gusto y la belleza en ese país. El término wabi-sabi no solo es intraducible, sino que es considerado indefinible en la cultura japonesa. A menudo se murmura wabi-sabi en momentos de profunda contemplación y casi siempre se complementa con la palabra “¡muri!” (¡imposible!) si alguien pide que explique a qué se refiere. Así, la frase ofrece una particular forma del ver el mundo. Wabi-sabi es un término que se originó en el taoísmo durante la dinastía Song en China (960 -1279) y luego se transmitió al budismo zen. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY La naturaleza tiene su propia fuerza creativa. Inicialmente se vio como una forma de apreciación austera y restringida. Hoy, el término encapsula una aceptación más relajada de lo transitorio, la naturaleza y la melancolía, que da cabida a lo imperfecto y lo incompleto en todo, desde la arquitectura hasta la cerámica y los arreglos florales. Wabi, que en términos generales significa “la elegante belleza de la humilde simplicidad”, y sabi, que significa “el paso del tiempo y el subsiguiente deterioro“, se combinaron para formar un sentido único de Japón y fundamental para la cultura japonesa. Pero así como los monjes budistas creían que las palabras eran el enemigo de la comprensión, esta descripción solo alcanza para entender la superficie del tema. Tanehisa Otabe, profesor del Instituto de Estética de la Universidad de Tokio, sugiere que el antiguo arte de wabi-cha, un estilo de ceremonia del té establecido por los maestros del té Murata Juko y Sen no Rikyu de finales del siglo XV, es una buena introducción al wabi-sabi. Al elegir la cerámica japonesa común, en vez de los famosos (y técnicamente perfectos) ejemplares importados de China, estos hombres desafiaron las reglas de la belleza. Sin colores brillantes ni diseños ornamentales en los que basarse para seguir los cánones de belleza, a los invitados se les alentaba a estudiar los colores y texturas sutiles que antes habían pasado desapercibidas. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY Wabi-sabi es un concepto que celebra los estragos del tiempo. En cuanto a por qué prefirieron piezas imperfectas y rústicas, el profesor Otabe explica que “wabi-sabi deja algo sin terminar o incompleto para el juego de la imaginación”. Apreciar algo considerado como wabi-sabi logra tres cosas: una conciencia de las fuerzas naturales involucradas en la creación de la pieza; una aceptación del poder de la naturaleza y un abandono del dualismo: la creencia de que estamos separados de nuestro entorno. Combinadas, estas experiencias permiten que el espectador se vea a sí mismo como parte del mundo natural, que ya no está separado por construcciones sociales y, en cambio, está a merced del natural paso del tiempo. En lugar de ver las abolladuras o las formas desiguales como errores, éstas se ven como una creación de la naturaleza, como el musgo que crece en una pared o un árbol que se curva con el viento. “La estética de wabi-sabi nos abrió los ojos a la vida cotidiana y nos brindó un método para apropiarnos de lo que es común de una manera poco común y estética”, dice el profesor Otabe, destacando la importancia de la aceptación en la cultura japonesa, una sociedad obligada a enfrentar devastadores desastres naturales. En lugar de ver a la naturaleza únicamente como una fuerza peligrosa y destructiva, wabi-sabi ayuda a enmarcarla como una fuente de belleza, que se puede apreciar en los niveles más pequeños. Se convierte en una proveedora de colores, diseños y patrones, una fuente de inspiración y una fuerza aliada, en vez de enemiga. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY Wabi-sabi está presente en los pequeños detalles de la cultura japonesa. Sin embargo, es la inevitable mortalidad que enmarca la naturaleza la clave para una verdadera comprensión de wabi-sabi. Como el autor Andrew Juniper señala en su libro ‘Wabi Sabi: el arte japonés de la impermanencia‘…utiliza el toque de la mortalidad sin concesiones para enfocar la mente en la exquisita belleza transitoria que se encuentra en todas las cosas impermanentes“. Por sí solos, los patrones naturales son simplemente bonitos, pero al comprender su contexto como elementos transitorios que resaltan nuestra conciencia de la impermanencia y la muerte, se vuelven profundos. Esta idea me hizo recordar una historia que me contó una colega japonesa mientras hablábamos sobre wabi-sabi. Al visitar Kioto cuando era adolescente, se había apresurado a recorrer los terrenos de Ginkakuji, un templo zen de madera con jardines tranquilos, ansiosa por ver el famoso Kinkakuji, un templo adornado con hojas de oro y posado sobre un estanque que producía reflejos. El templo brillante, impresionante y glamoroso, estuvo a la altura de sus expectativas. Unas décadas más tarde regresó para volver a apreciar el oro reluciente, y, si bien era ciertamente llamativo, no ofrecía mucho más que la gratificación inmediata que produce ver hojas de oro. Sin embargo, esta vez Ginkakuji ofrecía una nueva fascinación: la madera envejecida tenía innumerables tonos y diseños, mientras que el musgo y los jardines de arena seca ofrecían un marco para las muchas formas de la naturaleza. Cuando era niña era incapaz de apreciar estas cosas, pero ahora que había crecido, podía contemplar los estragos del tiempo como una fuente más profunda de belleza, mucho mayor que un destello de oro. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY Wabi-sabi elimina la dualidad entre la obra y su creador. Intrigada por el elemento personal de esta apreciación,
Comunidad Terapéutica, el retorno de “LO REPRIMIDO” Allá hace unos cuantos años en la Argentina se produjo una contra – revolución que se auto bautizó como “la revolución libertadora”. La misma que había asesinado a decenas de personas en La Plaza de Mayo y otras atrocidades similares. Fue en esa época que se prohibió al peronismo. Se prohibió el peronismo, como si por decreto o ley se pudiera detener la noche o el amor por decir algunas sencilleces. Por muchos años no se podía pronunciar el término “PERÓN NI EVITA” y ojo si alguien quería cantar la marcha “los muchachos peronistas…” Pero el tiempo pasó y no sólo volvió Perón sino que el peronismo fue gobierno. En otro orden de cosas el gran maestro austriaco (Freud) nos enseña “los elementos reprimidos, no solo no son aniquilados, sino que tienden incesantemente a reaparecer en la conciencia, por caminos maso menos desviados…” Sin entrar en la biblioteca psicoanalítica, el gran maestro vienes nos dice, ojo muchachos lo que no es elaborado, vuelve inexorablemente. Vamos ahora entonces a lo que se refiere el título de esta pequeña opinión. Las comunidades terapéuticas han desarrollado a través de muchos años una labor que es innegable (con estadísticas inclusive) en pos de la rehabilitación, recuperación, cura, etc, etc, (ponga usted señor lector el término que prefiere) de sujetos con el consumo problemático de sustancias. Por supuesto, en estos más de cuarenta años de fecundo trabajo en el país, ha habido diversas experiencias en el campo de las comunidades terapéuticas, algunas serias y responsables y otras todo lo contrario, pero me pregunto en ese sentido ¿no tuvimos y tenemos médicos que han hecho atrocidades con pacientes, ingenieros que han producido el derrumbe de construcciones o “carpinteros que se han pegado en el dedo y no en el clavo”? Sin embargo en cuanto a las comunidades terapéuticas se observó solo los malos ejemplos y no el trabajo incesante, genuino y silencioso de muchos trabajadores de la salud mental que se desempeñan y se desempeñan en su seno. Hoy las comunidades terapéuticas no pueden valerse de su historia, de sus saberes, otros nos enseñan a “adecuarnos”. Sin negar que todo debe adecuarse en la vida a los nuevos tiempos, me sigo preguntando ¿Será la historia la que revindique a las comunidades terapéuticas en su justo valor ya modo psicoanalítico se dará otra vez en la Argentina “el retorno de lo reprimido”?
De lo inútil Hace algunos años realicé una exposición de arte en la Ciudad de Buenos Aires y ahí expuse además de pinturas lo que yo llamé “objetos inútiles”. Eran estos objetos conformados por elementos reciclados, lo que no “servía para nada”. Este no servir hacia referencia a lo que no tiene utilidad como se concibe a esto en la actual economía mundial. Es decir lo que los contadores llaman utilidad, en un balance comercial, como ejemplo tangible de lo dicho, no se contempla en estos “objetos inútiles”. A partir de allí pude reflexionar sobre ese concepto sobre el cual se basa todo el sistema capitalista, utilidad y su contra concepto la inutilidad. Entre estos últimos podemos incluir el amor, la lealtad, los sueños, las utopías, etc. y tal vez muchos otros conceptos que no dejarían ganancias monetarias y que no sirven para ser utilizados como cualquier tipo de compensación material. Desde allí seguí contemplando estos objetos inútiles como lo mas importante de la vida y es mi intención valorar y poner todo el énfasis en ellos. Insistiendo que el soñar, amar, utopiar son lo esencial para poder arribar aunque mas no sea en pequeños momentos a lo que llamamos felicidad.De todas maneras supongo que para esta valoración se necesita algo así como cierta docencia de apertura mental hacia lo inútil, es decir poder observar en toda su dimensión lo que no deja ganancia monetaria, lo que solo alegra el alma, “las tripas” dirían mi madre, lo que acalora por la sola acción del pensamiento.
La bicicleta Mirando pasar una bicicleta, en un pueblo de montaña pensé que asombroso que este artefacto pueda llevar sin caerse, a una persona que en este caso parecía bastante robusta. Lo asombroso es que si no supiéramos que no hace falta nada que sostenga a la misma, pensaríamos que es imposible que alguien conduzca ese vehículo de dos ruedas sin caerse. La bicicleta es un vehículo de transporte personal, de propulsión humana. Es impulsada por el propio viajero, que acciona el vehículo con el esfuerzo muscular de las piernas en particular mediante pedales o manivelas. Sin embargo “bicicletear” es también un instrumento de calificación en diferentes ámbitos. “Esa mina o tipo te bicicletea” (según el caso) dicen en el barrio cuando una persona es engañada o distraída intencionalmente por alguien. También hablamos de “bicicleta financiera” cuando nos referimos a ciertos manejos que algunos sectores económicos hacen a fin de sortear controles y ganar mucho dinero en poco tiempo. Dicho esto, se me ocurre que al igual que el vehículo cuando alguien/algunos son bicicleteados se debe intentar mantener el equilibrio y que esa bicicleta no afecte nuestro bien estar psíquico. Alguien podría decir que es muy difícil sustentar el equilibrio psíquico en tales circunstancias. Sin embargo vale la pena intentarlo. Como en otros ámbitos de la vida “el/los bicicleteado/os” podrían contraatacar poniendo en ridículo al “bicicleador/bicicleteador” o más aún implementar una estrategia que haga sentir a ese mismo como un ser despreciable y detestable. Señor/a lector/a sabemos que en la vida hay muchos “bicicleteadores” pero también hay muchas “bicicletas” (metáfora) que nos permiten encontrar un bien estar que por lo menos por instantes nos hacen sentir que la vida vale la pena vivirla con toda intensidad.
Masoquismo político Muchos somos los que hablamos de masoquismo político al referirnos a los resultados de las “paso 2023” y al posible resultado en las elecciones presidenciales de octubre. ¿Por qué masoquismo político?. Bueno, porque creemos que la mayoría votó y podría votar a un señor y una señora que muy lejos de tener ideas innovadoras parecen retrotraernos a la edad media, por simplificar la metáfora. Reivindican la dictadura genocida, no reconocen derechos laborales, inventan un escenario económico imposible de llevar a cabo, patrocinan el uso indiscriminado de armas, por solo mencionar alguno de los atributos que llevan en su plataforma política estos nostálgicos autoritarios, por no diagnosticarlos imprudentemente sin entrevistar a las personas, como portadores de una patología psiquiátrica grave. Pues entonces ¿por qué la mayoría vota y tal vez votará para presidente a un señor de ese linaje? Decimos masoquismo político, extrapolando no ingenuamente dos aspectos no extrapolables en afán de metaforizar un votar en contra de los intereses propios. Ahora bien ¿ y el masoquismo que es lo que esconde detrás? El masoquismo encubre un sentimiento de culpa que el/los sujetos intentarán padecer sufriendo ”el goce del dolor”. No sin tener claro que esta es solo una hipótesis, quizás (o seguramente) no comprobable en la practica, voy a sostener que el pueblo argentino podría tener un sentimiento de culpa a fin con ese masoquismo, por haber aprobado o instigado (una gran porción de la ciudadanía) un golpe de estado cívico militar cruento que se produjo en el año 1976 y en el que murieron, desaparecieron y fueron perseguidos muchos amigos, familiares, de esos mismos que por omisión o pedido explícito patrocinaron esa siniestra operación. ¿Será entonces ese sentimiento de culpa el que sostiene este masoquismo que parecen padecer una gran cantidad de nuestros conciudadanos? Voy a repetir que sólo alguien que confía en demasía en el que suscribe o algún amante de deslizar hipótesis sin pudor de no ser interpretados confirmarán mi hipótesis, sin embargo también sé que los hallazgos son solo reconocidos a través del tiempo y que por lo menos esta idea sirve para no caer en el insulto fácil o la desazón total. Dicho esto los invito señor/a lector/a a tratar de por lo menos pensar esto que solo es un intento de interpretar un fenómeno difícil de entender, dado que podríamos mencionarlo como votar en contra propia.
Solo un cuento, cuasi infantil En un pequeñísimo y lejanísimo país que estaba cerca de otro muy grande y poderoso, se celebraban las elecciones para elegir un nuevo presidente. Ese poderoso país (el grande) tenía una gran economía que hacía que el pequeño apenas sobreviviera, pero los ciudadanos se quejaban y no les importaba esa circunstancia. Resulta entonces, que en esas elecciones ganó el candidato que decía que el estado, ese estado de ese pequeño país no servía, que había que cambiar todo, hasta que las mujeres ya no pudieran hablar en la sobremesa de los domingos. Al cabo de un tiempo, la alegría por el triunfo de ese nuevo presidente, se convirtió en dolor cuando una gran sequía afectó a todos los ciudadanos de ese pequeño país. Ese presidente (el nuevo) sostuvo entonces que cada uno debía arreglársela solo ya que “ese estado bobo” no existía más. Ese día, todos los ciudadanos de ese pequeño país lloraron, lloraron tanto que inundaron ese pequeño país, que finalmente sucumbió y no existió más. Solo un cuento, nada más que un cuento cuasi infantil, cualquier semejanza con la Argentina es pura casualidad.
¿Para qué el arte? Para nada podría responder rápidamente. Para nada señor/a lector/a, pero seguramente esto podría dar lugar a una no buscada confusión. El capitalismo nos ha enseñado (a través de largos años de predica) que todo tiene que servir o sea que tiene que ser útil, en cambio el arte nos hace preguntas que vale la pena responder. Preguntas que con su vigor nos podrían hacer cambiar el rumbo de muchas cosas que tal vez funcionan como obstáculos en nuestras vidas. No dudo, sin embargo, que esta afirmación podría ser demasiado presuntuosa. Debo aclarar que de ninguna manera se pretende ser dueño de una verdad absoluta, aunque si creo que el arte no precisa ser útil (en la usanza capitalista) para producir en muchos casos cambios en nuestra conducta cotidiana. Voy entonces a referirme más específicamente al arte en el campo de la salud mental. Desde siempre el hombre intentó plasmar sus pensamientos y sentimientos en algo que diera cuenta de ello. Testimonio de lo afirmado en el anterior párrafo son los dibujos rupestres y tantos otros ejemplos posteriores como por ejemplo el arte en los pacientes psiquiátricos. Vale entonces poder explicar porque en el ámbito de la salud mental, aunque la palabra sigue siendo en ese espacio fundamental, ya que como dije varias veces “la palabra por acción u omisión enferma y tambien la palabra cura”, sin embargo, hay personas que no pueden expresar con facilidad contenidos conscientes o inconscientes que necesitan elaborar. Es en ese sentido es que el arte con su lenguaje no oral nos permite acceder a esos contenidos que de no ser así no llegaríamos a conocer. Será tarea entonces de los profesionales de la salud, instrumentar luego junto con la persona “la elaboración de esos contenidos”. Las diferentes formas de arte (audiovisuales, musicales, teatrales, literarios, etc.) Van a ser, a mi entender, un instrumento eficaz que nos ayude no a responder sino a deconstruir para luego construir nuevamente en esta cadena de preguntas que tendrán respuestas que luego se constituirán otra vez en preguntas en ese camino saludable que es por otro lado el único posible del conocimiento y la ciencia en general. Saludo entonces que el arte no sirva para canonizar sino para abrir puertas o ¿usted no lo piensa así señor/a lector/a?
El amor y el síndrome de la escalera Cierto es que al hablar del amor estamos abarcando un campo demasiado extenso como para precisar a que nos estamos refiriendo exactamente. Me gustaría en este caso hablar solo del amor de pareja. Eso que casi todos (creo) hemos sentido al suponer que hemos encontrado aquello que buscamos y nos sentimos completos o dicho de otra manera el rompecabezas de la vida parece haber encontrado la pieza que faltaba. Todo se acomoda casi por arte de magia, somos otros y eso que llamamos felicidad parece habernos llegado. Dice el psicoanálisis “el amor es la proyección de una imagen que uno siente no poseer y cree encontrarla en el otro. Es decir, nos completamos a través del otro”. Hay otros como el gran poeta Charles Bukovski que dice “el amor es una niebla que se quema con el primer rayo de luz de realidad”. Sea como fuere entiendo que el amor implica una acción, un transcurrir que cuanto menos puede suponerse que es algo riesgoso, en tanto búsqueda de esa completud alcanzada, pero que tambien nos confunde cuando pensamos que puede ser infinita en su permanencia. Voy a introducir ahora un concepto que llamaré “el síndrome de la escalera”. Este síndrome se juega cuando en un camino privilegiado damos pasos casi imperceptibles, casi automáticamente como cuando subimos a una escalera, sin pensar que el paso posterior nos llevará cada vez mas arriba (pienso en este caso en una escalera de una sola hoja). En el amor sucede algo así, vamos escalando en ese transcurrir sin darnos cuenta, confiados en esta completud que supuestamente alcanzamos. Pero existe un momento casi imposible de soslayar que llamare “el instante realazo” (de realidad) donde miramos hacia abajo y nos damos cuenta que estamos subiendo a esa escalera (metáfora de por medio). Es en ese instante donde me parece se juega la permanencia o el corte de esa situación tan especial, que llamamos amor. Esta permanencia del amor o eventual corte implica entonces un renunciamiento, en cualquiera de los casos. Dichosos, podemos afirmar, los que llegaron a ese punto y pueden amar y sentirse amados, aunque ya sabiendo que están en una “escalera” y que el equilibrio para no caerse ya va a ser parte de sus vidas.
La política, meterse o no meterse Se acercan las elecciones nacionales donde elegiremos entre varios candidatos, a nuestro próximo presidente y otras autoridades, que van a regir nuestra vida en varios aspectos durante algunos años. Este último hecho a veces no queda tan claro. Nos convencen que nosotros no tenemos nada que ver con lo que el FMI disponga, que las medidas de los mandatarios (varias) impongan son solo tema de ellos y lo que es peor, nos enseñan “Que nada se puede hacer”. También del tan mentado “yo no ando en política”, “yo no entiendo de política” y el más extremo “yo no quiero saber nada de política y por eso no voto”. Permítanme, señores/as lectores/as decirles algo, si ustedes se encuentran en ese grupo de compatriotas. Nada más lejos de la realidad que esas afirmaciones, si ustedes no quieren saber nada con “la política”, “la política” muy pronto querrá saber de ustedes, de muchas maneras, restringiendo vuestra vida cotidiana, no permitiendo vivir de la mejor manera, etcétera. Del mismo modo “el meterse en política” que no es dar volantes en la calle Corrientes, sino entender sobre los temas que nos ocupan como ciudadanos y obrar en función de nuestras ideas, redundará en beneficios varios Tendremos posibilidad de elegir con conocimiento de causa a quien votar Permitirá castigar a quien ya nos ha mentido, no acompañándolo con nuestro voto Estaremos discurriendo y logrando discernir en temas que nos atañen y al mismo tiempo intercambiar puntos de vista con otros y en función de ello actuar “en defensa propia”. Valga recordar que todos los cambios beneficiosos para la ciudadanía en el mundo se han dado por gente que se “metió en política” y logró vencer escollos que a priori parecían inexpugnables. La vuelta de la democracia, el castigo a personajes nefastos, cierto alivio económico en algunos momentos, etc. En ese orden si bien el maestro Sigmund Freud nos dice con razón que las masas al tachar al individuo producen muchas veces hechos aberrantes, también, y esto lo digo yo, han realizado epopeyas varias que han cambiado para bien el rumbo del mundo. Es entonces señores/as lectores/as que los invito a inmiscuir nuestras narices en la política, aunque mas no sea para emitir un voto en favor nuestro o dicho de otro modo en “defensa propia”.